“En la geografía de la literatura siempre sentí que mi obra se encontraba equidistante entre dos escritores, ambos nacidos en Ohio: Hart Craner y James Thurber. Pero mi esposa dice que no sea tonto, que mis historias están a mitad de camino entre Hans Christian Andersen y Franz Kafka”. Esta cita de las palabras de Holst, extraída del prólogo de Santiago Featherson a su traducción, ubica de manera bastante eficaz algunas de las características de este volumen de relatos cortos.
El relato que abre el volumen se titula “La cebra cuentista”, es una fábula, tiene una página de extensión y termina con la frase “Ésta es la función del cuentista”. Si el lector pensara que la mujer de Holst fue amable y debió citar a Fedro como influencia, se equivocaría terriblemente. Es una fábula, sí. O tal vez no. Tal vez sea sólo un cuento que se escucha en la barra de un bar de boca de un cliente un poco pasado ya de copas que busca justificar su arte frente al magro auditorio del barman. Tal vez, sea un poco más o un poco menos, pero lo que resulta interesante es la clave de lectura que impone al resto del volumen. ¿Cuál es la función del cuentista para Holst?
Todos estos relatos mantienen un estilo de prosa liviano, donde tanto el vocabulario como la sintaxis son simples, y un tono de complicidad con el lector que crea un ambiente de confidencia. Es en este clima de media luz y sonidos apagados, donde leemos atentos las peripecias de los personajes de Holst sabiendo que hay trampa: nunca nada de todo esto es tan simple como parece. La cruda humanidad de estos personajes está lejos de ser cruel pero muy cerca de la locura sin caer en ninguna, y el mundo que habitan no sigue las reglas que nos gusta pensar que sigue el nuestro. Ahí radica el verdadero golpe de efecto: el lector no queda atrapado en un sinsentido como en Kafka ni en un mundo explicable por el statu quo de Andersen, sino que queda librado de esas cadenas a la evidencia de que las reglas que creamos para comprender este mundo son falibles y fallan. Es así como ingenieros, gatos, estrellas de rock, maestros de música, mujeres de la alta sociedad, cebras y demás personajes juegan con los estereotipos, frustrando las expectativas del lector para cuestionarlas. “Ésta es la función del cuentista”.
Publicado en El país de la bruma el 27/08/19 por María José Schamun.
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